martes, 22 de marzo de 2011

Adiós a las armas





Vengo de una tierra y una época en la que cazar no era socialmente incorrecto.
Mi padre nos regaló desde pequeños a cada uno su escopeta.
La mía era una preciosa carabina de señorita de los años 40, una paralela ligerísima pero con un buen retroceso.








No me gustaba matar, salvé más de una perdiz con un estornudo fingido o un ruidito descuidado. Sin embargo, reconozco que me gusta el ambiente que se genera entorno a una cacería y me gusta hacer prácticas de tiro, apuntar, tirar y acertar: ¡plato!




Hoy mi escopeta está inutilizada mediante unos agujeritos, no quiero en casa nada violento o agresivo. Pero no he querido deshacerme de ella, a cambio le he dado un uso decorativo y la he situado en un lugar elevado.

Encontré además en el trastero un cajón de cartuchos que he pintado y convertido en un lugar donde poner unas macetitas de plantas aromáticas para la cocina.









¡Renovarse o morir!

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